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El movimiento del aire en la atmósfera está ligado a las diferencias de temperatura que hay entre unas zonas y otras del planeta debido a las diferencias de radiación solar.

Los rayos solares inciden de forma directa en la zona ecuatorial, con lo cual el aire que hay entre los trópicos es muy cálido. Los rayos solares llegan más sesgados en las zonas polares y no llevan tanto calor; el aire del casquete polar es muy frío. Esta distribución de aire cálido y frío hace que, en la zona ecuatorial, el aire tienda a subir, ya que es caliente y, por tanto, menos denso. El aire frío pesa más y, por tanto, en las zonas polares hay una tendencia a descender.

A través de diferentes experimentos, se ha podido comprobar que hay varias zonas en que el aire sube y otros en que el aire baja. Sube al ecuador y baja a los 30 grados de latitud de los dos hemisferios. Vuelve a haber ascenso del aire a los 60 grados de latitud norte y sur y descenso sobre los polos.

Cuando el aire sube, se enfría; el vapor de agua se condensa y termina lloviendo. Las zonas en que el aire sube van ligadas a depresiones. Por el contrario, en aquellos lugares donde el aire baja van ligados a anticiclones que se sitúan en los 30 grados de latitud, como es el caso del Anticiclón de Santa Helena. A los 60 grados, volvemos a encontrar depresiones, es lo que sucede en la corriente circumpolar antártica. Sobre los polos hay descenso del aire y, por tanto, anticiclón.

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