A veces se olvida que las velas son el elemento mecánico más castigado en una regata alrededor del mundo. En la Barcelona World Race, la media de tiempo que una vela mayor –que casi nunca se arría– estará trabajando sin descanso se sitúa cerca de las 2.400 horas (100 días). En este periodo soportará las condiciones de viento más duras y los cambios de temperatura más extremos que un regatista se pueda imaginar. Por esta razón, el reto del diseñador y fabricante de velas no es ya sólo conseguir los mejores perfiles, sino conseguir que tengan una especial resistencia en la deformación y a la rotura. Todo esto con la presión de eliminar cuanto más peso mejor: cualquier kilogramo de más en el tercio superior del aparato eleva de forma sensible el centro de gravedad del barco, cosa que obliga a incrementar el peso del bulbo.

El proceso de concebir, diseñar y fabricar una vela para un barco de alta competición oceánica es similar al del buque. Empieza con la obtención de los datos de ángulo e intensidad de viento que se esperan tener, y después se pasa a evaluar las características técnicas del aparato y los gustos de la tripulación. Es un proceso que implica el desarrollo de modelos numéricos, validarlos en pruebas con modelos en túneles de viento y un sofisticado proceso de fabricación en que se usan las fibras y pegamentos más modernos.

A pesar de esto, factores naturales como los rayos ultravioletas, las fuertes ráfagas de viento que soportan, la salinidad del agua y, especialmente, la humedad y las temperaturas extremas que sufren las velas durante la vuelta al mundo, hacen que su durabilidad sea la de los 90 días que dura la regata. También influyen en su degradación los factores humanos, como el cansancio, el mal uso, dejar flamear la vela durante un tiempo prolongado, doblarlas mal,etc. Por este motivo, la Fundación Navegación Oceánica Barcelona, entidad que organiza la Barcelona World Race, tiene un programa de reutilización o valorización de las velas de los barcos participantes.

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