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El ser humano utiliza el mar como un gran vertedero que parece que se trague la basura. Estos residuos abocados no conocen fronteras ni distancias y pueden llegar a zonas muy alejadas del foco contaminante. Por ejemplo, allá donde la luz no puede llegar -a los 2.000 m de profundidad- la fauna desconocida de los fondos batiales comparte su espacio con toneladas de residuos acumulados. Pero, hay una parte que no se sumerge sino que flota es el que se conoce como Objetos Flotantes no Identificados (OFNIs) y que provoca graves problemas. Estos residuos son transportados por las corrientes marinas y el viento acumulándose en los grandes giros oceánicos formando un tipo de sopa de plástico que flota entre dos aguas.

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La mayor parte de estos OFNIs son de larga vida y pueden tardar muchos años a degradarse. Por ejemplo, una lata puede tardar unos 300 años, el plástico entre 100 y 1.000, el vidrio 4.000, las puntas de los cigarrillos 4 años, etc.

El 80% de los residuos que hay en el mar provienen de tierra firme, bien sea arrastrados por el agua de los ríos, rieras, torrentes y cloacas, sobre todo en época de lluvia; o bien por el viento, en cuanto a materiales más ligeros. Una proporción mucho más pequeña, el 20% se origina directamente en los barcos, que abocan al mar este tipo de residuos. Por otro lado, una de las amenazas más grandes son los contenedores. Los grandes barcos mercantes pierden al año alrededor de 10.000 contenedores a alta mar debido a las tormentas y accidentes que puedan sufrir. Estos contenedores, al ser herméticos, quedan flotando al mar y resultan muy peligrosos para los navegantes puesto que, del mismo modo que los icebergs, sólo se ve la parte que flota y, a gran velocidad, un choque puede tener consecuencias fatales para la embarcación. Se puede abrir una vía de agua o romper la quilla de un Imoca 60.