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La forma habitual de cargar las baterías en un barco es con alternadores acoplados al motor o a un generador. Esta carga exige un ciclo de 30 minutos de motor encendido cada 12 horas, el que se traduce en unos 200-300 litros de combustible para dar servicio en toda la vuelta al mundo. Esto no quiere decir que se utilice el motor para hacer avanzar el barco, puesto que antes de la salida se precinta el giro de la hélice y se comprueba a la llegada que sigue estando igual. El motor sólo se puede utilizar para cargar baterías y en caso de emergencia, como puede ser para auxiliar el barco de un compañero.

La principal ventaja de este sistema es la seguridad de poder disponer de electricidad siempre que se tenga combustible, sin depender de las condiciones climáticas necesarias para generar energía que requieren los otros sistemas. Como desventaja destacar que el combustible es un recurso limitado, y su uso para producir energía contamina y hace ruido.

Por este motivo se está experimentando con la opción más ambiciosa y radical de sustituir el motor de explosión por un motor eléctrico. El reglamento dice que el motor tiene que ser capaz de empujar la embarcación a una velocidad de cinco nudos durante cinco horas, en la actualidad ya hay modelos en el mercado que lo permiten. Con esto se ahorran 250 litros de combustible. No es absurdo pensar que, en un futuro, sean los motores eléctricos los que acaben imponiéndose en la clase IMOCA.