Un mapa del tiempo es la expresión gráfica de un conjunto de datos meteorológicos en un lugar y un momento preciso. Estos ofrecen el máximo de información en el mínimo espacio posible. Los mapas que realmente interesan a los navegantes son los llamados mapas de superficie y, por otra parte, los mapas de oleaje.

Los mapas de superficie enseñan distribuciones de la presión atmosférica. Para ello, utilizan las líneas isobaras, las cuales son líneas que unen puntos de la superficie terrestre donde la presión atmosférica tiene un mismo valor. Cuanto más juntas estén, más viento habrá en esa zona. Las isobaras van acompañadas de números que indican la presión en hectopascales (hPa).

Las zonas que tienen el mismo valor pueden ser depresiones, es decir un área de bajas presiones, y se representan en el mapa con una B o anticiclones, área de altas presiones, que se presentan con una A.

En los mapas del tiempo también podemos encontrar unas líneas que delimitan diferentes masas de aire. Estas líneas se denominan frentes y pueden ser cálidos -se marcan de color rojo con semicírculos- o fríos, -se marcan de color azul con triángulos isósceles-. El frente cálido siempre es lo primero. Una vez ha pasado el frente, sube un poco la temperatura hasta que pasa el frente frío, que disminuye bruscamente la temperatura. Hay que tener presente que los frentes cálidos dan precipitaciones débiles mientras que los frentes fríos dan chubascos, tormentas e incluso granizadas.

Por otra parte hay que saber interpretar los mensajes de la naturaleza. Los mejores navegantes oceánicos son precisamente los que saben anticiparse mejor a la evolución del tiempo, los que mejor interpretan las previsiones del tiempo, sabiendo que son eso, previsiones, y que no siempre se cumplen; son en definitiva, los que saben interpretar mejor, no sólo las predicciones de centros meteorológicos situados a miles de millas de distancia, sino también las señales que la misma naturaleza les lanza a cada momento en forma de nubes, olas, presión atmosférica y otros.