En nuestro país, el gran crecimiento del comercio marítimo durante los siglos XI, XII y XIII se convirtió en una de las actividades económicas que originó la expansión catalanoaragonesa por el Mediterráneo.
Esta expansión provocó la aparición de un nuevo sistema de control del imperio originado por los comerciantes catalanes: el Consulado de Mar, creado en Barcelona como institución encargada de la regulación del comercio. Este ejercía como tribunal de conflictos que surgían en las relaciones comerciales. El conjunto de normas que regulaban el comercio, el tráfico marítimo y las relaciones laborales de los marineros formaban el Libro del Consulado de Mar.