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Aprovechando que la composición en sales prácticamente no varía, la salinidad se mide a través de la conductividad, es decir, de cómo influye la sal en la capacidad de conducir la electricidad. Se compara la conductividad de una muestra con la de una solución conocida de cloruro de potasio (KCl) a la misma temperatura. Por convenio, se llama que la salinidad es 35 cuando la conductividad coincide con la de una solución de KCl de 35 g/kg, de forma que se puede considerar que prácticamente equivale a un tanto por mil. En rigor, pero, no es exactamente esto, porque no se mide la concentración de sales sino la conductividad a una determinada temperatura.

Aparte de medir la salinidad en muestras de agua que hayamos recogido, también podemos medirla in situ si sumergimos unos electrodos y medimos la conductividad del agua al mismo tiempo que la temperatura. Este método es el que se emplea con los llamado CTD (Conductivity-Temperature-Depth), que son unos instrumentos que se hacen bajar desde un barco oceanográfico y nos dan un perfil vertical de salinidad y temperatura. Actualmente, los CTD también pueden ser incorporados en boyas fijas o a la deriva, así como en barcos denominados de oportunidad porque, a pesar de no dedicarse a la oceanografía, se aprovechan sus viajes para medir la temperatura y la salinidad de superficie, de manera automática a lo largo de su recorrido.