La voluntad de ampliar rutas comerciales generó la necesidad de inventar nuevos instrumentos de navegación que permitieran aventurarse alejándose de la costa, y descubrir nuevas rutas. Así se introdujeron avances aportados por los judíos y los árabes como la brújula o compás y el portulano.

Problemas como saber el rumbo, conocer la velocidad a la que se navega o saber dónde se está, en la antigüedad no eran fáciles de resolver y se producían grandes errores, sobre todo en la determinación de la longitud. Por ejemplo, los cálculos de posicionamiento se tenían que hacer con diferentes instrumentos. Estos servían para calcular la longitud y la latitud en referencia a los astros, la medida del tiempo, la profundidad de fondo marino, etc. Hoy en día todavía se utilizan muchos de ellos.

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Instrumentos para posicionarse

Para podernos posicionar, debemos conocer las coordenadas de posicionamiento: la latitud y la longitud. La latitud, se puede calcular mediante la altura del Sol al mediodía, y por ello hay que conocer muy bien ese momento, o la altura Polar en cualquier momento de la noche. Para hacer estos cálculos, la gente que navegaba utilizaba instrumentos medidores de ángulos: el astrolabio, el cuadrante y la ballestilla.

Si determinar la altura -latitud- era complicado, hacerlo con la longitud lo era aún más. Al mediodía era fácil mediante la altura del Sol -cuando las sombras son más cortas- y, a partir de aquí, del ortus o salida del sol del ocaso, se podía calcular el paso del tiempo gracias a botellitas o relojes de arena. Las botellitas eran imprescindibles para medir tiempos cortos, como por ejemplo los intervalos entre las guardias, pero no por tiempo largos. No se tuvieron medidas de longitud más exactas hasta que no se difundió el cronómetro en el siglo XVIII.

Los instrumentos de reflexión

También es importante mencionar la aparición de los instrumentos de reflexión: instrumentos pequeños y manejables de navegación astronómica desarrollados especialmente para usos náuticos como el sextante.

Otro de los instrumentos que ayudó mucho a la navegación fue el catalejo. Este permitía que se pudieran observar mejor los objetos lejanos, ayudando a orientarse, sobre todo cuando se tenía tierra a la vista. Este invento lo perfeccionó Galileo en el siglo XVII a partir de un aparato que usaban los holandeses y que constaba de un tubo con dos lentes, una cóncava en un extremo y la otra convexa en el extremo del ocular.

Por último, cabe destacar la elaboración de numerosas cartas náuticas que se transmitían de padres a hijos. La escuela cartográfica mallorquina fue de las más importantes y elaboró cartas tan relevantes como el Atlas catalán de 1375, atribuido a Abraham de Cresques.

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