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El problema del sueño en regatas oceánicas con tripulación reducida afecta tanto a la cantidad de horas que se duermen como la calidad de este sueño. Durante la regata, el barco no se detiene nunca, ni de día ni de noche, ya que se perdería mucho tiempo y distancia respecto a las otras embarcaciones. De hecho, cada dos horas la táctica puede cambiar ya que se recibe información de las posiciones de los barcos adversarios.

Uno de los aspectos más difíciles de organizar a bordo es el sueño. Los navegantes están entrenados para pasar en pocos minutos de sueño profundo a despertarse repentinamente, y poner el cerebro a funcionar delante del ordenador, comprobar las posiciones y bajar las informaciones meteorológicas, intercambiar información con el que se va a relevar, tomar el mando y salir a cubierta para una inspección visual.

El ritmo de sueño se suele interrumpir con frecuencia debido a las situaciones imprevistas. En este caso, el que está de guardia debe despertar a su compañero para que le ayude en una maniobra difícil. También hay zonas de paso complicado, como el estrecho de Gibraltar, en que por seguridad es necesario que ambos estén despiertos.

Las peores condiciones para conciliar el sueño se dan cuando se navega en ceñida contra el viento y el oleaje ya que el barco va saltando con las olas y las sacudidas son violentas y constantes, además del ruido ensordecedor que produce el agua contra el casco y las vibraciones del aparato.

Para dormir procuran desvestirse en función de la temperatura exterior y se meten en el saco que deben procurar que esté lo más seco posible, lo que es bastante difícil en función de la meteorología del momento.

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