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Para no agobiarse y poder dormir, los navegantes llevan un casco que filtra los sonidos de baja frecuencia y que los deja sentir el resto, ya que durante la regata, otro problema a bordo de un Imoca 60 es el ruido.

El buque es como la caja de resonancia de un tambor, se sienten los golpes de las olas, la vibración de la quilla y de las orzas, el viento que silba al palo y, además, el motor funcionando cuando debe cargar las baterías. En estas condiciones es difícil hacer un mínimo de vida normal, de relajarse y aún menos de dormir.

A veces parece como si el barco explotara o se estrella contra el agua. Se tiene la impresión de estar en una montaña rusa de agua con muchos ruidos. Todo ello puede llegar a los 90 decibelios y acercarse al sonido de un martillo neumático, como los que encontramos en las obras que se hacen en la calle.