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La carrera para descubrir nuevas rutas que llevaran a las Indias condujo al descubrimiento del Nuevo Mundo o lo que se llama el descubrimiento de América, a través del viaje que emprendió el misterioso personaje de Cristóbal Colón. Éste, después de muchos intentos, logró convencer a la corona castellana para llevar a cabo su proyecto: llegar al extremo oriente yendo hacia el oeste, dado que estaba convencido de que la tierra era redonda.

El 2 de agosto de 1492, Cristóbal Colón zarpó de Palos, Huelva. Tras hacer escala en Canarias con sus tres embarcaciones -la nao Santa María y las carabelas Pinta y Niña- aprovechó la corriente que también siguen nuestros regatistas, buscando los alisios, vientos constantes del este que le llevarían directamente mar adentro, marcando rumbo al oeste. Aquí comenzaba su gran travesía, donde su objetivo era Cipango -el actual Japón-.

Después de 61 días de navegación y de impaciencia por parte de la tripulación, la noche del 11 al 12 de octubre el grumete Rodrigo de Triana, dio el famoso grito de: Tierra a la vista! Habían llegado a una isla conocida por los nativos como Guanahaní, lo bautizaron como San Salvador, en el archipiélago de las Bahamas. También desembarcaron en la isla de Cuba y la de Haití. Volvieron al puerto de Palos el 15 de marzo de 1493.

Desde ese momento, Colón creyó que había llegado a las Indias y, aunque hizo tres viajes más, seguramente murió sin saber muy bien qué había descubierto. De hecho, fueron otros navegantes quienes situaron su descubrimiento en el lugar que correspondía. En concreto, fue un italiano, Américo Vespucio quien se dio cuenta de que se trataba de un nuevo continente y le puso su nombre.

Independientemente de las consecuencias que este hecho tuvo, hay que tener presente que esta hazaña marcó un punto determinante en la historia de la navegación y como no, de la humanidad.