Untitled

El descubrimiento del telégrafo y los proyectos de establecer comunicaciones por cable submarino promovieron la confección de cartas batimétricas. Hasta los años 40, la exploración de los fondos se hacía con el escandallo, un peso de unos cuantos kilogramos atado al extremo de una cuerda delgada. El peso se untaba con sebo para que que la arena, el barro o las conchas se enganchasen y así conocer el tipo de fondo. Estos métodos eran muy inexactos y sólo iban bien para las zonas costeras de poca profundidad, pero en alta mar había muchos problemas: mal tiempo, corrientes y movimiento del barco.

Fue durante la segunda guerra mundial cuando se desarrolló más rápidamente el estudio de los fondos marinos, ya que se necesitaban tener buenas cartas batimétricas para la navegación de los submarinos de guerra.

Actualmente, con la sonda se puede calcular la distancia a la que estamos del fondo. Esta técnica se basa en la emisión de un impulso de sonido, el cual choca con el fondo del océano y se recibe luego otra vez, midiendo el tiempo que tarda el impulso a llegar de nuevo a la sonda así se puede calcular la distancia a la que estamos del fondo.

Con estas nuevas técnicas se ha logrado descubrir cómo es el perfil submarino del fondo de los océanos y conocer sus accidentes, es decir, si existen fosas, dorsales o montañas submarinas, tal como existen en los continentes.

En la actualidad se utilizan cartas náuticas electrónicas o plóter, que permiten tener mucha más información que la que dan las cartas en papel. Los y nuestras navegantes utilizarán estas cartas electrónicas cuando se acerquen al suelo.