Untitled

El paso de Drake marca la salida del Pacífico y la entrada en el Atlántico, tiene una anchura mínima de unos 900 km y canaliza la corriente circumpolar antártica, los vientos y las borrascas que circulan alrededor del continente antártico de oeste a este; mientras que el cabo de Hornos marca el límite entre el Pacífico sur, el océano Antártico y el Atlántico sur.

Antes de que se abriera el canal de Panamá en 1914, el cabo de Hornos marcaba el único paso posible entre el Atlántico y el Pacífico. Fue hasta entonces que se forjó el carácter mítico de este accidente geográfico. Lugar de paso de las singladuras más temidas, punto de origen de muchas leyendas oceánicas, el cabo de Hornos es considerado hoy el Everest de la vela. Es el máximo reto al que puede enfrentarse un navegante.

El cabo de Hornos es un lugar donde el viento sopla con fuerza de temporal la mayor parte del año y con fuerza de huracán durante al menos uno o dos días al mes. Para quien lo gira es una hazaña. Para los equipos de la Barcelona World Race es uno de los principales atractivos de la regata, y también uno de los escollos más importantes.

Los violentos temporales que evolucionan por el Pacífico generan vientos del noroeste de hasta 50 nudos que, cuando se canalizan entre la cordillera de los Andes y la península Antártica, superan fácilmente los 70 o 80 nudos. Esto crea olas de gran tamaño. Al final del verano y el comienzo del otoño, la época en que están pasando los veleros de la Barcelona World Race, el problema añadido son las nieblas persistentes, que unidas al descenso del número de horas de luz, crean un ambiente gris dramático con visibilidades que, en muchas ocasiones no permiten ver la proa del propio barco.

Para los barcos, el peligro más significativo no proviene de los vientos sino de la enorme mar gruesa que se crea en la zona del cabo de Hornos. Potenciados por los Cuarenta Rugientes y los Cincuenta Udolantes, hay temporales que discurren sin obstáculos durante más de 4.000 millas a través del océano Pacífico. Las olas que se crean se canalizan por el estrecho paso de Drake, de unas 500 millas de longitud, y entran en el cuello de botella que forman el cabo de Hornos y la Antártida, donde a menudo llegan a alturas superiores a los 12 metros, a las que hay que añadir, en primavera, la presencia de icebergs y hielos flotantes. Este oleaje enorme es, además, confuso debido a las corrientes contrarios y de peligrosos rompientes ya que se pasa de una profundidad de 6.000 metros en el Pacífico a escasos 400 metros al paso de Drake.

Por ello, cruzar Hornos es siempre, para cualquier navegante, un hito, un motivo de gran celebración y satisfacción, además de representar el principio del fin, el inicio de la vuelta a casa remontando el Atlántico.

https://youtu.be/n5jUco_rLCY