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A pesar de que se trata de una regata y los regatistas intentan navegar cuanto más rápido mejor, también es cierto que tienen que ir con cuidado a la hora de traer el barco al límite para evitar que se rompan velas u otros elementos. Por este motivo, cuando el viento aumenta, hay que reducir la superficie de las velas para navegar sin tanta presión ni escora y evitar rasgones en las velas o daños en la arboradura. La manera de reducir esta superficie varía según el tipo de vela. Cuando se trata de la mayor, el que se hace es rizarla, es decir, bajar la parte inferior de la vela y afianzarla a la botavara. Esta operación se puede hacer dos o tres veces hasta el punto que la vela quede muy pequeña.

El hecho de bajar la vela se debe a que la velocidad del viento es mayor cuando más arriba. El viento aparente arriba del palo es superior al de la cubierta y causa un efecto de escora que hace ir mal al barco. Por este motivo, las velas son más estrechadas cuanto más arriba están colocadas.

Cuando se tiene que reducir las velas de proa –el génova y floque– se pueden hacer dos cosas: enrollarlos o bien cambiar las velas por otras de más pequeñas hasta llegar a la que se denomina atormenté o floque de capa. Se trata de una vela muy resistente preparada para los temporales.

Si se navega con el espináquer, no se puede enrollar, pero sí cambiar por otro de más pequeño. De todas maneras, el problema con esta vela es arriarla e izarla puesto que es una maniobra delicada cuando hay poca tripulación. Una opción es enfundarla en un tipo de calcetín que facilita el trabajo y la deja siempre lista para ser utilizada de nuevo.