Aunque los patrones intentan resolver todo tipo de incidencias, algunos veleros deben retirarse por averías que no pueden ser reparadas a bordo, por colisiones, vías de agua, pérdida del palo, problemas con la quilla, etc. Incluso algunos han de ser rescatados porque han tenido un accidente, se ha hundido el barco o porque han volcado.

Son muchos los pasos que llevan a una vuelta al mundo sin averías: diseño y construcción adecuados, entrenamiento, planificación en el suelo, buena maniobra, mantenimiento y sentido de la anticipación. Pero no hay una vuelta al mundo en que la tripulación no se vea obligada a tener que reparar algo a bordo. El problema añadido de las averías es que, aparte de disminuir la velocidad del barco, alteran el ritmo de la vida a bordo y los ciclos de descanso de la tripulación.

Disponer de un buen equipo de tierra que haya verificado todos los detalles del barco antes de salir puede ser determinante para evitar problemas una vez cruzada la línea de salida. A modo de ejemplo, los IMOCA 60 son barcos muy sensibles al peso que transportan. Si por falta de tiempo o verificación se opta por llevar mucho material de reserva que permita resolver averías, el rendimiento del barco sobrecargado bajará. Por ello, es conveniente haberlo revisado todo y llevar lo que realmente es necesario.

Untitled

Navegar al límite

El desgaste y llevar el barco al límite durante 3 meses hacen que las cosas se rompan o se estropeen. Una de las peores averías es que fallen los generadores o el motor. Sin energía, los instrumentos no funcionan, el piloto automático pierde eficiencia, y más grave aún, la potabilizadora deja de producir agua para el consumo. Otras situaciones graves aparecen cuando se avería el mecanismo que hace pivotar la quilla o cuando se obturan los orificios por donde entra y sale el agua de mar de los tanques de lastre. Hay quien ha tenido problemas con la unión de la botavara al palo, otros con las velas o con los cables que sustentan el palo.

Estos cables que aguantan el palo están hechos de varios filamentos enroscados. Cuando uno se rompe, el resto empieza a sufrir un sobreesfuerzo, con el agravante de que la punta de la que se ha roto puede desgarrar las velas cuando rozan el cable. Este es un peligro habitual cuando la fuerza del viento supera la capacidad del aparato.

La avería más grave pero es la ruptura del poste, ya que es muy difícil repararlo exitosamente y que el barco siga siendo competitivo. Resulta evidente pues, que si el palo se rompe, se abandona la regata.

Cualquier avería relacionada con el palo, la jarcia o las velas y que sea difícil de reparar en mar abierto, obliga a improvisar lo que se llama un aparejo de fortuna con palos y restos de velas que haya disponibles para conseguir llegar al puerto más cercano. Como los veleros de regata no tienen demasiada autonomía con el motor, deben seguir navegando a vela aunque vayan más lentos.

La ayuda externa durante la regata está penalizada, por eso, cuando se produce una avería son los mismos navegantes quienes deben solucionar el problema. Las reparaciones a bordo son una lección muy importante que deben aprender los regatistas antes de empezar la regata.